Hoy, miércoles 18 de febrero, es Miércoles de ceniza… Una fecha especialmente significativa en el calendario litúrgico de la Iglesia Católica y que vivimos especialmente en nuestra ciudad: se inicia la Cuaresma y comenzamos ya así a contar los cuarenta días que nos separan del inicio de nuestra Semana Santa. Un año más, en estas fechas estamos celebrando los solemnes cultos a nuestro sagrado Titular, el Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono, que serán la senda espiritual que nos conducirá, D.m., a una nueva estación de penitencia en la que meditar y prepararnos para la celebración de la Pascua.
La Cuaresma es, sin duda, una etapa del tiempo litúrgico particularmente trascendente para comenzar a vivir el Misterio Pascual y conmemorar, un año más, la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor. En estos días, la Iglesia
invita a los fieles a reflexionar sobre la necesidad de nuestra
conversión y, mediante el rito austero de la imposición de la ceniza,
nos recuerda la inexorable finitud de la vida humana: “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás” (Gen. 3.19).
Ello
deberá hacer que nos planteemos nuestra humilde realidad terrenal para,
mediante la penitencia, volver a Dios y, como única realidad eterna,
reconocer en Él el origen y el fin de nuestra existencia. Al aceptar el
Evangelio, y mediante nuestra penitencia, deberemos continuar
esforzándonos por seguir a Cristo, por reconocer en Él al Hijo de Dios –
como nos muestra cada Martes Santo el centurión romano ante el Señor del Desamparo y Abandono-
asumiendo claramente la inmensa Humildad de nuestra condición y la
brevedad de nuestro paso por este mundo, Valle de Lágrimas y Dolores.
Esta debe ser pues la única noticia de hoy: la nueva vida que el Señor
vendrá a comunicarnos, como cada año, en la Pascua
para la que comenzamos a prepararnos. Una noticia que debe impulsarnos
también, como obreros del Reino, a trabajar para que su Palabra se haga
realidad en nosotros y en nuestro entorno.
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